domingo, 15 de abril de 2012

LOS PRECIPICIOS DE LA INFAMIA

Este domingo tuve el placer de disfrutar una reposición completa del Chelsea - Barça que llevó al equipo catalán a la final de Roma y conquistar la Champions. Conociendo el resultado 1-1, me ahorré el sufrimiento del partido en tiempo real y pude tomar nota de los detalles que hicieron de ese encuentro un partido memorable.

El tempranero gol del Chelsea convirtió aquel partido en una ataque permanente del Barça en campo contrario, con los ingleses defendiéndose con fuerza y decisión, contando con la tolerancia de un árbitro que permitió más de lo aconsejable. Constaté que Abidal en verdad cometió una falta involuntaria cerca del área que le costó una inmerecida tarjeta roja y al Barça quedarse con 10 hombres durante 35 minutos. Vi a Lampard casi meter un segundo gol y a Piqué recibir un pelotazo en el brazo que no fue pitado como penalti. Observé a Messsi e Iniesta siendo acribillados  permanentemente con toques a los pies, constaté la entrega de E'too durante los 90 minutos y la de Belletti, en esas fechas jugando para el Chelsea, pero uno de los detalles que más me llamaron la atención fue la escena de los dos técnicos hablando amigablemente, con un brazo reposando en el hombro del otro, 10 minutos antes del final. Hoy por hoy en España. esa escena es imposible.

Es de hacer notar que, a pesar de estar jugando con un hombre menos, el Barça continuó dominando las acciones del partido y no fue hasta mediado el tiempo extra, tras el gol de Iniesta,  cuando los ingleses se decidieron a atacar, incluyendo al portero Ceck, en el área catalana.

Cuando terminó la retransmisión volvieron a mi memoria las expresiones difamatorias que en su día vertió José Mourinho sobre ese partido, afirmando que a él le daría vergüenza haberlo ganado. Sus palabras fueron sinceras, incluso lógica proviniendo de él, una persona que nunca fue deportista, menos aún futbolista, que no entiende de valores morales y cuyo complejo de inferioridad frente a Guardiola, le ha llevado a despeñarse sin reservas por los precipicios de la infamia.

No hay comentarios: