jueves, 10 de octubre de 2013

ARBITRAJE EN LA LIGA ESPAÑOLA


Que La LIGA es un negocio nadie debe ponerlo en duda, no por otra razón la patrocina un banco.  Se fundamenta en el fútbol de la misma manera que una galería de arte promueve comercialmente las artes plásticas. Ambos son negocios fundamentados en habilidades de otros. Ahora bien, para que la Liga constituya un negocio fructífero y permanente, debe asegurar varias condiciones:

  • Disponer de suficientes equipos que compitan.
  • Comercializar las competencias, ya sea vendiendo entradas para los partidos, cobrando derechos para que otras organizaciones administren los ingresos, vendiendo las transmisiones directa o indirectamente, etc.
  • Equilibrar la competitividad entre equipos con el fin de mantener la incógnita del desenlace a través del tiempo.
  • Controlar la competencia según reglas deportivas escritas, para asegurar un cierto grado de deportividad y salud de los deportistas.
  • Asegurar un clima de emoción entre los aficionados al fútbol.

En los dos últimos puntos entra en escena el colectivo arbitral, ese cuerpo de jueces de campo que la Liga mantiene para arbitran los partidos y vigilar la equidad deportiva, pero sobre todo para que el negocio siga siendo rentable. Los árbitros se guían en su labor de jueces por el Reglamente de Juego, aunque en realidad sus decisiones son discrecionales y apreciativas, pudiendo impartir justicia a su gusto y antojo, como podemos constatar a diario.


Los árbitros españoles están asociados en el Colegio de Arbitros, adscrito a su vez a La Liga cuyos intereses defiende, tanto deportivos como comerciales. Es en el aspecto comercial donde su labor es delicada porque los intereses económicos deben estar y están por encima de los deportivos. Solamente así podemos explicar las múltiples “fallas” arbitrales que todos vemos desde las gradas, pero que el árbitro ni siquiera sospecha estando a dos o tres metros del hecho. Inevitablemente esas “fallas” son a favor de los equipos dominantes, porque a La Liga le interesa que así sea.

En todos los partidos suceden fallas arbitrales que se justifican porque “errar es de humanos”. Frecuentemente escuchamos argumentos a favor de la inocencia arbitral: “los árbitros se equivocan unas veces a favor y otras en contra”, pero sabemos que no siempre es cierto. Hemos presenciado actuaciones arbítrales realmente vergonzosas que demuestran a las claras la falta de imparcialidad del árbitro en un partido. Esa falta de imparcialidad podemos constatarla en las estadísticas de penalizaciones a favor y en contra que los distintos equipos muestran en La Liga. Veremos que los equipos que juegan con mayor violencia son más o menos castigados, según que sean poderosos o débiles.


Otro factor que determina la calidad del arbitraje en La Liga Española es el político. Algunos equipos de Madrid son favorecidos y otros castigados, según su cercanía con los centros de poder. Es así que el Real Madrid, identificado con la marca “España” y con más seguidores que el Atlético, será favorecido por encima del equipo colchonero. Cuando ambos equipos se enfrentan, a menos que el Atlético arrolle abrumadoramente al equipo merengue, éste siempre ganará con las ayudas arbitrales que pudiera necesitar. Así había sido a lo largo de 14 años hasta el Final de la Copa del 2013.

A nivel nacional, los equipos de regiones poco afectas a la Capital del Reino serán castigados rutinariamente por los árbitros, como lo demuestran las estadísticas de faltas y penaltis pitados a favor y en contra de cada equipo, sin importar que su juego sea habitualmente limpio o agresivo en demasía. Esta circunstancia explica que al Barça, de juego regularmente limpio y que pisa el área enemiga constantemente, casi no le pitan penaltis y en cambio le castigan con la pena máxima cada vez que un jugador contrario cae cerca del área grande.

Cuando se ha cumplido la 8ª fecha de la Liga 2013-2014, Atlético y Barça van liderando la Liga. Con 5 puntos de diferencia les sigue el Real Madrid, aunque sin las descaradas ayudas arbitrales que ha recibido en los últimos partidos estaría a 9 puntos como mínimo y la Liga habría dejado de tener interés para buena parte de la afición. Si ello sucediera el Estadio S.Bernaneu se vería desolado, la tele-audiencia de pago bajaría notoriamente, sufriría la venta de partidos al exterior y los acreedores dejarían de cobrar, una situación evidentemente inaceptable para La Liga. Por eso los árbitros han aplicado medidas para  corregirla a tiempo.
Existe la esperanza de que el Real Madrid mejore en su juego a corto plazo. Todos esperamos que empiece a ganar partidos en buena ley, de modo que la Liga siga emocionándonos, pero sin obligarnos a presenciar arbitrajes vergonzosos que desvirtúan la esencia del fútbol y castigan la deportividad.

¿Hay incentivos económicos ilegales en el desempeño de los árbitros españoles? Sería difícil demostrarlo, aunque ha habido comentarios recientes de un juego arreglado. Pero cuando presenciamos actuaciones arbitrales que le dan vuelta a un partido empleando las peores artes del oficio, castigando faltas excesivamente o dejándolas pasar según sea el color de las camisetas, cuando vemos alargar indefinidamente la prórroga hasta poder pitar un penalti claramente inexistente, las dudas sobre las intenciones arbitrales surgen inevitablemente.

¿Acaso esta situación existe en las Ligas de otros países? Sí, naturalmente, pero sin los extremos y el descaro que vemos en la Liga Española, seguramente porque el balance entre los Clubes de otros países es más homogéneo, pero también porque la política de Estado se cuida para evitar ensuciar el panorama deportivo. De haber arbitrado en Londres o Munich, al árbitro que pitó un partido a mediados de Septiembre en Levante lo habrían procesado penalmente. En la Liga Española le impondrán un par de semanas de suspenso como mucho.

Personalmente no confío en la calidad arbitral de la Liga Española. Desde luego hay árbitros que honran su profesión, algunos muy buenos, pero hay muchos mediocres que demuestran a través del silbato, partido tras partido, que de fútbol y de moral entienden poco.



lunes, 7 de octubre de 2013

LA MALDICIÓN DEL MEJOR

Deportivamente hablando ¿En qué consiste ser el mejor del mundo? Hay tantas verdades para explicar esta circunstancia que cualquiera sería válida. Podemos encontrar múltiples justificaciones en cada una de esas verdades o discutirlas por razones de circunstancia y tiempo. Como veremos, sobran los ejemplos que demuestran la debilidad de esa calificación:

El mejor levantador de pesas es el que levanta más kilos, dirán algunos ¿Ahora o históricamente? ¿En relación a su peso corporal o en peso absoluto? ¿Con ayudas químicas o sin esteroides?

El mejor equipo de béisbol es el que ha ganado más series mundiales ¿Históricamente o con las reglas modernas? ¿Cuándo los lanzadores estaban obligados a batear o después, empleados solamente para lanzan la pelota?

El mejor tenista es aquel que haya acumulado más trofeos ¿Según la contabilidad de la Federación Internacional, contando todos los trofeos o limitándose a los torneos de Gran Slam?

Entendamos que el concepto “Mejor del Mundo” es relativo. Personalmente creo que ese título es una maldición que obliga a muchos deportistas y clubes a perder de vista la realidad y con frecuencia las formas, en una carrera sin fronteras para vencer al tiempo y retener unos galones que alguna vez fueron suyos.

Por cuanto el propósito de este blog está orientado al fútbol, analicemos el caso del Club que la FIFA (Federación Internacional del Fútbol) declaró Mejor Club del Siglo XX, lo cual le convierte en el mejor del pasado, no necesariamente del presente. Ese club no es otro que el REAL MADRID, el que ha cosechado más Copas de Champions, 9 hasta el presente. En la actualidad el Real Madrid está en el tercer lugar de la Liga Española, tras Barça y Atleti. A nivel europeo, llevaba años que no pasaba de "octavos" en Champions hasta el año pasado, cuando fue eliminado en "cuartos" por Chelsea.

La historia del Real Madrid es un ejemplo vivo de la maldición que conlleva haber sido el mejor del mundo, porque le ha dejado psíquicamente impedido para aceptar su condición actual de segundón o tercero. Es un síndrome que podemos constatar en sus Directivos, socios y aficionados cuando hablan del Club:

  • Somos el mejor y más grande Club de Fútbol del Mundo, gritan a los cuatro vientos. No importa que el Manchester United fuera a lo largo de varias décadas recientes el Club de mayor facturación mundial, ni que el Presupuesto de Gastos y fichajes del Real Madrid esté lejos de explicar sus fracasos.
  • Somos campeones del mundo, siguen gritando aunque ya no recuerden la última vez que ganaron la Copa de Champions o la Liga Mundial de Clubes.
  • Nuestro estilo de juego es envidiado por todos, aunque no tengan una idea clara de juego ni oportunidad de ganar la Liga ni mucho menos competiciones  continentales. 
  • Tenemos el mejor Entrenador del mundo, sin recordar que el banquillo del Club ha pasado por 6 Entrenadores diferentes y fracasados en los últimos 9 años.
  • Tenemos el mejor portero del mundo, a pesar de que el Zamora, premio al mejor portero de España, sea inevitablemente ganado por otro portero.
  • Nuestros defensas son los mejores del mundo, sin importar que la relación de goles a favor y encajados sea escandalosamente paritaria.
  • Nuestra delantera es la mejor del mundo aunque el Trofeo UEFA sea otorgado a jugadores de otros Clubes y que el Balón de Oro de FIFA haya sido ganado por otro futbolista durante 4 años consecutivos.
Para colmo de males, la afición del Real Madrid vive pendiente de una promesa constantemente repetida: este es el año de la 10ª, asegurando que lograrán el sueño de Champions a cualquier costo.

Esta cadena de auto engaños no debería afectar a terceros si no fuera porque en su carrera tras un sueño imposible, el propio Club ha descalificado su carácter deportivo. Capacidad técnica, deportividad y autoestima se han rendido ante una meta que parece imposible. Esa meta parece justificar cualquier extremo, desde difamar lo que no les plazca a ignorar méritos ajenos, odiar la crítica y despreciar lo opuesto, confundir el concepto competitivo con agresión, dañar intencionadamente al contrario y para colmo arruinar las propias finanzas y reventar el mercado de fichajes.

Es mejor no considerarse el mejor del mundo, no dormirse placenteramente en laureles del pasado ni dejarse acariciar por las alabanzas siempre interesadas de la prensa. Es preferible mirar hacia delante, a las metas por lograr, comprendiendo que cada día tendrás que luchar para ganar el derecho de competir entre los mejores. Sobre todo debes estar consciente de que el MEJOR DEL MUNDO no existe.

El título “Mejor del Mundo” es una maldición, afortunadamente transitoria, a menos que sigas creyendo ser lo que nunca has sido. El MEJOR DEL MUNDO solo es un sueño momentáneo, especialmente en el mundo del fútbol, que dura hasta que tu oponente te despierta una tarde con un saco de goles.