Aclaremos ante todo que una noche de juerga puede protagonizarla cualquiera y que los límites con lo inconveniente lo dicta la conciencia de cada cual, pero me cuesta aceptar que se haya permitido una juerga exagerada a los jugadores de la Selección, encontrándose en medio de un compromiso internacional. Más me cuesta aceptar que la juerga se haya extendido hasta las 4 de la madrugada y que haya incluido bebidas alcohólicas de alta graduación, putas caras, juegos de azar y un escándalo público.
Muchas y diversas razones me impiden aceptar esta infamia, entre ellas:
- Ante todo pongo por garantía la profesionalidad de los jugadores. Estamos hablando de hombres que entienden su responsabilidad, la necesidad de cuidar su cuerpo y mantener las facultades. Se trata de personas habituadas a la disciplina, más cuando se trata de dar el máximo esfuerzo en una contienda de este calibre.
- Vicente del Bosque maneja una Selección Nacional, organización que cuanta con un cuerpo de seguridad que también vigila el comportamiento de los jugadores dentro y fuera del estadio, antes y después de las comidas, durante las horas de trabajo, en los espacios de relajamiento y durante las horas de descanso y sueño establecidas. Se trata de una rutina estricta, con pocas y muy limitadas excepciones.
- Como en todas las competencias de alto nivel, incluyendo las Olímpicas, la necesidad de ganar lleva a la falta de escrúpulos y a la búsqueda de medio para degradar al adversario. Sobran las invitaciones para romper la rutina, ofertas de sexo y licores y hasta de dinero para dejarse ganar. Son rutinas inevitables que los técnicos de las Selecciones reconocen a primera vista y corrigen de inmediato. Ningún deportista que falte más de 15 minutos pasa desapercibido, saltando de inmediato las alarmas y la operación "rescate".
- Todos los testimonios sobre la vida disoluta de nuestros jugadores provienen de parte interesada, que han rendido declaraciones sin apoyo documental o gráfico, salvo imágenes de un club nocturno donde no se ve a los acusados, algunas chicas bailando, un miembro de la roja de medio cuerpo bailando en un espacio vacío, la imagen de archivo de Piqué jugando a las cartas y nada más. En esta época de teléfonos móviles con cámaras de foto y video incorporadas, nadie ha mostrado una sola fotografía que permitiera sospechar que las acusaciones pudieran tener base.
A pesar de lo dicho, programas como FUTBOLEROS y PUNTOPELOTA se han dado banquete hablando pestes de La Roja, criticando a del Bosque, difamando a los jugadores y dándoles espacio ilimitado a periodistas brasileños que trabajan para que Brasil gane el torneo, para decir los que les viene en gana. Periodistas como Enrique Marqués y Josep Pedrerol y bufones como Juanma Rodriguez y Tomás Roncero, se han llenado la boca profiriendo reproches como parte de su campaña por hacer naufragar a la Selección que deberían defender. Es una actitud comprensible en quienes, antes que la noticia, prefieren el escándalo y antes que la verdad buscan el "rating".
De nada han valido los desmentidos de Don Vicente del Bosque y la moderación de los periodistas que están cubriendo el evento. Sus opiniones no venden, su imparcialidad tampoco. Los canallas prefieren hacer ruido con las acusaciones irresponsables e interesadas de los enemigos. Como ellos, traicionan al deporte y ensucian su profesión.
Hasta que las pruebas demuestren que las acusaciones tienen alguna base verosímil, seguiré creyendo en la profesionalidad de nuestros jugadores, respetaré su intimidad y a sus familias y seguiré considerando a la Selección de España, de la que no soy seguidor ni partidario, la mejor del mundo actual.
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