Cuando impartía clases de Gerencia, repetía en cada curso una historieta que refleja la distancia que separa la EFICIENCIA de la EFICACIA. Dice así:
Un alto ejecutivo está en viaje de negocios por los lados de Cádiz y recibe una llamada avisándole que su mujer acaba de tener un accidente de automóvil y está ingresada en el Hospital Clínico de Barcelona. Sin pérdida de tiempo el atribulado ejecutivo toma el primer taxi que pasa para ir al aeropuerto más cercano y ante la falta de vuelos, contrata un avión privado para que lo lleve a Barcelona. Durante el vuelo llama a su empresa ordenando que envíen un coche a recibirle y el dinero para pagar el avión contratado. En resumen, cuando llega ante el Hospital, solo han trascurrido 136 minutos desde que recibiera el aviso. Admitamos pues que este hombre fue realmente eficiente en sus desplazamientos. Sin embargo, al momento de preguntar en Información por la habitación donde tenían ingresada a su mujer, el hombre cayó en cuenta de que era soltero y vivía solo. Si valorásemos este ejemplo podríamos afirmar que la EFICIENCIA de este viajero merecería una valoración de 10, mientras que su EFICACIA sería 0.
Algo parecido podríamos decir del Barça en su enfrentamiento del miércoles 18 de Abril contra el Chelsea: magníficas estadísticas, juego creativo, eficiencia notable en pases, tiros a puerta y dos pelotas estrelladas contra los palos, pero sin lograr un solo gol, o sea sin eficacia. Si lo mirásemos desde un punto de vista contable podríamos afirmar sin margen de error que el Chelsea ganó el primer partido de semifinales porque metió un gol y el Barça ninguno. Todas nuestras explicaciones para aclarar por qué deberíamos haber ganado no nos daría la victoria porque en fútbol gana el que mete más goles.
Pablo Gonzal
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